Nintendo como empresa juguetera
Tras una larga travesía en la que los videojuegos se vieron sumidos en una importante crisis de creatividad, la nueva generación de consolas parece llegar hasta nosotros para romper esta tónica. Bien sea apostando por las posibilidades de interconexión a través de internet (Xbox Live) o bien a través de las capacidades multiplataforma de la PS3, todo parece indicar que los juegos no van a ser lo mismo. Estamos iniciando una nueva era, en la que el jugador aislado pasará a ser cosa del pasado. Y a su vez la forma de entender los juegos. Dentro de este panorma de integración total, encontramos un nuevo modelo de entender los juegos. Los juegos de Nintendo, claro. Acorralada por los dos grandes gigantes (pero no a su sombra) que son Sony y Microsoft, Nintendo se ha visto obligada a reinventarse manteniendo sus bases. Mantenemos los mismos juegos con aroma de jazmín que nos han acompañado todos estos años, pero variando uno de los elementos cruciales de cualquier plataforma: la interfaz. Una de las grandes olvidadas de los videojuegos (menos valorada que los gráficos, el sonido o incluso el guión) se sobrepone a todo (y a todos) para revelarse como la gran apuesta de Nintendo. A través de una tercera vía, Nintendo no plantea una evolución (como suele ser habitual en este mercado), sino toda una revolución. La forma de acceder a los juegos cambia drásticamente, variando necesariamente los propios juegos. Si veíamos cómo los juegos convencionales han sufrido una metamorfosis natural, fruto de su propia mecánica de uso, Nintendo obliga a una nueva redirección de los juegos. Y esto, sin duda, supone un enorme reto para cualquier diseñador de videojuegos. Un reto que, en ningún caso, olería a jazmín. La nueva inmersión del jugador (tanto en la DS como en la Wii) supone un completo rediseño, no ya de la forma de acceso (normalmente pastiches), sino una nueva concepción del propio juego y de su relación con el jugador.
Un panorama que en un principio parecía fascinante, pero que poco a poco se ha ido convirtiendo en una (no tan divertida) decepción. Y es que son pocos los que han aceptado ese reto (incluida la propia Nintendo) y lo que parecía una revolución, ha derivado hacia una preocupante involución. Los juegos de las plataformas de Nintendo tienden más al juego de cartas o de mesa que a la historia. La narración queda doblegada en favor de la partida rápida de cinco minutos. La inmersión en un universo sustituida por el multijugador in situ. La profundidad de la identificación, por un puñado de Miis. El mundo de los videojuegos está en un momento crucial. Se está viviendo un enfrentamiento por saber qué plataforma liderará el futuro del juego. Un enfrentamiento en el que podemos ver dos bandos, el videojuego evolucionado (PS3 y Xbox 360) y el videojuego presuntamente revolucionado. El nivel de ventas le da la razón a Nintendo, pero se la quita a todos aquellos que hemos defendido que los videojuegos son un medio con unas tremendas posibilidades narrativas. Ha nacido el nuevo videojuego. Golpeemos el aire con nuestros mandos para celebrarlo. Yo mientras, me iré golpeando la cabeza.